¡Nos despedimos de este querido mes con un cuento estupendo!
De todos los meses de año el más atolondrado era Marzo. No había quién le entendiera y tenía unos cambios de humor tan explosivos, que el resto de meses no sabían muy bien que pensar de aquel mes. ¿Era un mes alegre o era un mes triste? Difícil saberlo, ya que a veces reía y llenaba de brisa los campos, que disfrutaban con las caricias del viento y a veces se enfadaba y salían truenos y relámpagos de su boca. Otras veces estaba tan triste que llovía a mares y al momento se ponía tan contento que se llenaba de sol.
Por eso, después de pensar y pensar mucho, el Año, que era quien repartía las estaciones, decidió que Marzo sería un mes de invierno. Marzo, que además de atolondrado era un mes muy presumido, aquello de ser un mes gris de invierno le sentó tal mal que estuvo lloviendo una semana entera. ¡Imaginaros! Una semana entera con sus siete días y sus siete noches sin parar de llover.
- ¿Ves cómo eres un mes de invierno? Si fueras de primavera estarías lleno de color – le dijeron el resto de meses.
Pero el Año se quedó un poco triste ante la reacción de Marzo. Él quería a todos sus meses por igual y no le gustaba saber que Marzo se sentía tan triste y enfadada.
- Quizá podría cambiar a Marzo por Octubre, y convertirle en un mes de Otoño, estoy segura que a Marzo, que es tan presumido, le encantarán los colores vivos del Otoño.
Pero Octubre se negó en redondo. Él ya se había hecho a la idea de ser un mes otoñal y no quería cambiarse por Marzo.
Muy preocupado, el Año miró pensativamente por la ventana. ¿Qué podía hacer con Marzo? Afuera había dejado de llover, quizá porque Marzo, tras una semana entera llorando, había decidido tomarse un descanso para que el sol saliera un ratito. En el campo, aquella lluvia enfadada de Marzo había conseguido que los árboles desnudos de invierno fueran poco a poco floreciendo.
- Fíjate esos almendros están repletos de flores – exclamó pensativo.
El Año, miró con curiosidad los ríos, repletos del agua de la nieve de las montañas, que se había derretido y bajaba con alegría hasta los valles. Asomados en sus madrigueras, los osos, dormidos durante el invierno, se estiraban y bostezaban contentos.
- ¿Ha llegado ya la primavera? – Preguntaban despistados.
Cuando el Año oyó aquello, se dio cuenta de que aquel Marzo tan caprichoso tenía mucho de primavera.
- Darás la bienvenida a la nueva estación – le anunció solemne el Año.
Y así se quedó Marzo: a medio camino entre el gris invierno y la colorida primavera.
Almudena
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